OCULTA TRAS LA CULPA

La falsedad, era algo que Lucía detestaba profundamente, además tenía un  olfato especial para detectar cuando una persona estaba mintiendo.

Lo que no sabía Lucía es que eso que rechazaba lo tenía muy cerquita, tan cerca que formaba parte de ella misma.

Cuando detestamos algo en los demás, eso tiene mucho más que ver con nosotros que con el otro.

Lucía había venido al mundo con lo que llamaríamos una discapacidad, aunque en realidad la discapacidad sólo existe en las mente de quien la ve, pero no es algo real,  y sino que se lo digan a Lucía, ella había nacido sintiéndose perfecta, plena, feliz, completa, no tenía ningún problema con su forma de ser ni con su físico, ni con la vida, de hecho había nacido con el don del equilibrio, vivía desde un lugar en el que todo estaba bien, aceptaba rápidamente lo que ocurría en su vida y lo hacía desde una comprensión profunda, porque su alma y su corazón le decían que estaba bien, que todo era perfecto, incluido lo que otros llamaban discapacidad.

El caso es que Lucía a muy temprana edad se dio cuenta que esto no era así para el resto de los mortales, los demás sentían pena por ella, se preocupaban, y le recordaban que era diferente desde la limitación, podía sentir la mirada de los demás, su preocupación, su lastima.

¿Pero porque piensan así? Se preguntaba Lucía, no entendía cómo lo que para ella era algo normal y no suponía ningún problema ni limitación para otros si lo era…

El caso es que al final nuestro entorno, nuestras experiencias y las personas que nos rodean acaban influyendo y mucho en nuestro comportamiento, nuestras creencias y cómo nos sentimos.

Eso fue lo que sucedió a Lucía, acabó pensando que todos estaban en lo cierto y que quizás ella estaba equivocada por sentirse bien, por lo tanto tenía que cambiar, comenzar a ocultar que se sentía bien y crear personajes para adaptarse a su entorno, siendo y haciendo lo que se esperaba de ella desde la limitación que creían que tenía, y así fue como Lucía se olvidó de su don, y rechazó el equilibrio con el que vino al mundo.

Llegan momentos en la vida en que el dolor llama a tu puerta, pero eso no es nada malo, todo lo contrario es fantástico y además necesario, porque el dolor es la señal de alerta que nos indica que algo no va bien y que debemos atenderlo, nos dice dónde debemos crecer en cada momento, pero el ser humano ha interpretado que sentir dolor es malo y que hay que rechazarlo y ocultarlo, huir de él a toda costa, por lo tanto no solemos atenderlo.

Y es precisamente cuando huimos del dolor  y no lo atendemos cuando llega el sufrimiento,  ya que el sufrimiento aparece cuando no atendemos a tiempo la incomodidad del dolor y la vida nos sube el volumen de nuestro aprendizaje.

Cuando algo te duela atiéndelo, te toca crecer ahí, no rechaces ese crecimiento porque si lo haces entonces llegará el sufrimiento y el escalón que tocaba subir ahora parecerá mucho más alto  y más difícil.

Lucía no atendió sus señales de dolor, aquello que le molestaba, le enfadaba, la hacía sentir mal, y seguía para delante como si nada, pero llegó un momento en que pasó a sentir un profundo sufrimiento, tanto que solo quería aislarse del mundo, no quería ver a nadie, no quería hacer nada, y hasta su carácter comenzó a agriarse, estaba cada vez más irritable y malhumorada, llegada a tal punto comenzó a preocuparse ya que estaba tan mal que eso estaba afectando sus relaciones con los demás y su trabajo, así que decidió atender aquella situación antes de hundirse por completo.

Trabajó en su crecimiento y finalmente llegó a la raíz de todo su dolor, y es que se dio cuenta que se había convertido justo en aquello que más detestaba, era una falsa, nadie la conocía, ni siquiera ella misma. Su vida había sido una interpretación constante para quedar bien con todos, traicionándose a sí misma.

Aquel sentimiento de culpa por sentirse bien que se quedó atrapado en ella desde la infancia  había generado un rechazo a esa parte suya y creado un personaje para ocultar quien era realmente, para adaptarse a su entorno y a las personas que le rodeaban.

Su mente no paraba de pensar, analizar y evaluar todo su entorno para adaptarse rápidamente a aquello que creía se esperaba de ella en cada momento, así aprendió a jugar a ser quien el otro esperaba que fuese, pero todo ese esfuerzo y control la estaba llevando al agotamiento mental y emocional y a sentirse cada vez más desconectada y vacía.

En realidad eso nos pasa a todos, vivimos interpretando personajes, adaptándonos al entorno y siendo quien creemos que tenemos que ser para que nos acepten y nos quieran ya que el rechazo es una de las heridas más temidas por el ser humano.

El caso es que Lucía ya había llegado a su límite de sufrimiento y no tenía ningún interés por ser quien estaba siendo, tenía apatía total, se sentía vacía, sola y desconectada de todo y de todos.

Cuando tomó consciencia de su herida pudo comprender que aquella niña que fue no estaba equivocada, que no tenía que sentirse culpable par sentirse bien ante situaciones en las que los demás se desesperaban, porque quizás ella había venido a cumplir un propósito, ser tranquilidad y equilibrio allí dónde estaba para contagiar a los demás de su forma de ser y sentir.

Y eso hizo, libero aquella culpa, dejó ir aquel personaje que se sentía culpable, y rescato su parte equilibrada, se dio cuenta que era maravilloso sentirse así, quererse tal y como era y aceptar que ella era equilibrio y conexión y que era un regalo con el que podía ayudar a muchas personas.

Lucía volvió a ser ella misma, libero todo aquello que estaba ocultando su esencia, y comenzó a brillar con su luz para iluminar a todo aquel que se cruzara en su camino.

Su mente entró en calma, dejó atrás aquel ruido mental que no paraba de interpretar uno y otro personaje, ahora podía ser ella misma, libre,  auténtica, sincera, única, y fluir con la vida, sin prejuicios ni limitaciones.

Lucía llegó a este mundo siendo perfecta y se olvidó de ello por mirar a través de los ojos y prejuicios de los demás, hoy se sabe y se siente un ser completo y se permite mostrar quien es realmente sin esconder nada y haciendo saber a las personas que la rodean que ella se siente bien tal y como es.

Nos pasamos la vida rechazando partes de nosotros que finalmente toca rescatar, porque son necesarias, llegamos al mundo siendo seres completos, plenos y llenos de amor, nuestro camino es volver a encontrarnos con  nosotros mismos y con ese amor que somos, soltando el juicio y la limitación de nuestra mente.

Gracias Lucía por el regalo de acompañarte y permitirme ver tu interior para rescatar el ser tan maravilloso que siempre has sido.

Mari Carmen Ruiz | Coach De Reinvención

 

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