UNA CARGA MUY PESADA

María era madre de 4 hijos, había elegido formar una gran familia, porque desde pequeña le encantaban los niños, le gustaba pasar tiempo con ellos y jugar, reírse, disfrutar de su presencia, sentía que compartir con ellos era maravilloso,  por eso siempre tuvo claro que formaría una gran familia y que disfrutaría mucho de sus hijos o hijas.

Pero cuando fue madre, todo cambió, empezó a darse cuenta que ya no disfrutaba tanto de los niños, había muchas obligaciones, muchas cosas que hacer, cuidar de ellos, aprender a manejar las situaciones de conflicto, las pataletas, ocuparse del hogar, trabajar fuera y encima estar pendiente de cubrir las necesidades de todos, no había un segundo para ella, para respirar, para vivir,  eran demasiadas cosas para una sola persona!!! Ya no había hueco para el disfrute, las obligaciones ocupaban todo su espacio vital.

Pasó a dar más importancia a todo lo que tenía que hacer en su día a día que a vivir la experiencia de ser madre como lo había imaginado.

Llegó un momento en que ya no podía más, se estaba llenando de rabia, de ira, estaba enfadada con todos, se sentía prisionera de sus hijos, de aquella familia que con tanto amor había formado.

Decidió ver qué pasaba dentro de ella y trabajar en su crecimiento, para liberar aquella carga que sentía llevar a cuestas.

Cuando comenzó a profundizar todo cobró sentido, había algo que siempre había reprochado a su padre, él nunca había estado presente, huía de los encuentros familiares y cuando estaba siempre parecía enfadado, era como si su familia le estorbara, ella siempre pensó que no les debía querer demasiado, y tenía aquella espinita clavada en su corazón.

El caso es que cuando descubrió lo que ella sentía en lo más profundo de su ser, se dio cuenta enseguida de que aquello era lo que le estaba limitando para poder disfrutar de su familia, y que aquel sentimiento probablemente no era de ella, que ya estaba en su padre  y que quizás venía de más atrás.

Descubrió que sentía una profunda rabia, ira y enfado porque percibía a la familia como una carga muy pesada, que le quitaba su libertad, que la obligaba a hacer cosas que no quería, se sentía atrapada en una jaula formada por multitud de obligaciones…

Al descubrir lo que sentía se dio cuenta que ella nunca había elegido sentir aquello, que ella nunca pensó de forma consciente que su familia fuese una carga, todo lo contrario, había elegido formarla libremente y nunca había pensado algo así.

Sin embargo, aquel sentimiento estaba en ella, vibraba en ella sin ser consciente de que estaba ahí, y lo sentía una y otra vez sin saber por qué, era algo automático que no podía controlar y que hasta aquel día ni siquiera conocía de su existencia.

Si miramos al pasado, podemos ver en nuestro árbol familiar que seguramente hubo momentos en que era fácil llegar a sentir que la familia era una carga muy pesada, ancestros con muchísimos hijos, muchas veces sin recursos, pasando necesidades, trabajando de sol a sol para poder alimentar a la familia, para cubrir sus necesidades básicas, era fácil sentir la pesadez de la obligación, de no poder más, el agotamiento, la impotencia, la frustración, la falta de libertad…

Cargamos emociones que a veces no son nuestras, las emociones también se heredan, aquello que se sintió y no se expresó con libertad, lo que se rechazó, lo que se escondió y ocultó, lo que no se pudo liberar, todo ello permanece en nosotros pidiendo ser sentido, vivido y liberado…

Cuando María se dio cuenta de lo que sentía sanó aquella espinita que tenía con su padre, se dio cuenta que al igual que ella no estaba siendo consciente de lo que sentía, él tampoco lo fue, decidió liberar todo aquel dolor, dejó ir la rabia, el enfado, la ira y aquel sentimiento de asfixia y desesperación que le hacía sentir que su familia era una carga muy pesada…

Libero lo que sentía y los pensamientos que se habían creado por aquel sentimiento.

Creo pensamientos nuevos, libres y elegidos por ella.

Comenzó a ver su familia como lo que realmente era para ella, un encuentro de amor, de disfrute, de aprendizaje, de crecimiento, de compartir experiencias, de reír, de sentir, de fluir con la vida…

A partir de aquel día todo cambió, ahora lo que siente María por su familia es lo que ella elige, ya no existe ese sentir inconsciente que controlaba su vida.

Ahora su familia es lo más maravilloso del mundo, y no porque lo quiera creer así, sino porque lo siente realmente, elige compartir con ellos, crecer con ellos, vivir la experiencia de ser madre y de aprender de cada uno de sus hijos, para crecer juntos, ya no ve obligaciones, ahora todo es una elección y prioriza lo importante, porque la mayoría de cosas que robaban su atención no lo eran.

María no es la única que ha sentido esto, hay muchas madres y padres, hijos e hijas que se sienten así, que viven enfadados sin saber por qué, que sienten que sus hijos o padres les dan mucho trabajo, que son una carga, que les asfixian, que no les dan un respiro, que acaparan toda su vida y cuando eso pasa hay una herida que puede y debe ser sanada, para rescatar el verdadero sentido de la familia.

Las familias no son una carga pesada, son la mayor fuente de crecimiento y amor que existe, si sentimos algo diferente entonces sí tenemos una obligación, atender esa herida y sanarla para poder vivir libres, riendo, creciendo, aprendiendo, jugando y disfrutando la vida desde ese lugar maravilloso de encuentro que es la familia.

No dejes que aquello que te limita de forma inconsciente controle tu vida, busca ayuda y trabaja en tu crecimiento, cuando algo no va bien, es hora de descubrir qué te está limitando, sanarlo y cambiarlo, es hora de transformarte!!

 

Mari Carmen Ruiz | Coach de Reinvención

 

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